jueves, 30 de julio de 2020

Relatos de hospital 11: Finales y principios

Se ha adelantado lo inevitable. Mi padre ha muerto hace menos de 2 semanas. Una infección le causo un fallo multiorganico y los médicos no pudieron salvarlo.

 

No había signos de que esto pudiera precipitarse. Mi padre llevaba padeciendo Parkinson más de 13 años, sufriendo un lento deterioro físico y síquico. Pero lo que en los últimos tiempos le estaba fastidiando, eran las infecciones urinarias. Portador de una sonda de orina desde hace mas de 5 años, padecía una racha de infecciones graves entre finales del año pasado y principios de este, que le obligaron a varios ingresos hospitalarios. Sin embargo tras el último, parecían controladas a base de antibióticos. Es cierto que tras la última hospitalización en febrero, había decaído bastante: pasaba mucho tiempo tumbado, su cabeza tenía pocos momentos de plena lucidez, y cada vez estaba más desganado para todo. Bajaba y subía las escaleras de nuestro piso a la calle con dificultad, y  le paseaba en una silla de ruedas. Sin embargo, yo le quería y disfrutaba esos breves momentos que estaba bien al día. Nos habíamos librado del dichoso Coronavirus (ya antes teníamos poco contacto con la gente), y pese a lo relatado, no mostraba los signos característicos de infección que otras veces le habían llevado al hospital.

 

 

Comenzó la semana quejándose de escozor en la vejiga, pero iba y venía. Por otra parte, no se acumulaba mucha orina en la bolsa. Pero como siempre sudaba mucho, no le di importancia. De todas formas, llame a la doctora de cabecera para comentarla lo del escozor. Esto fue un miércoles. Como  al día siguiente nuestra enfermera le iba a cambiar la sonda, le receto un sobre de antibiótico para ese día, y me dijo que si seguía con molestias, volviera a llamar. El jueves vino la enfermera a casa, le cambio la sonda sin grandes problemas, y continuamos el día. Se tomo sus medicinas, y no parecía tener demasiadas molestias. Incluso esa tarde salimos un poquito a la calle y tomamos un refresco en una terraza. Ceno bien, le di sus pastillas (mas un paracetamol por que decía tener alguna molestia) y nos fuimos a la cama. Ya acostados tuvo un par de episodios de fuerte escozor, aunque parecía pasársele. Sin embargo sobre las 03:00 de la mañana, empezaron a entrarle escalofríos y decir que tenía mucho frio (solía dormir solo con un pantalón corto de pijama). Ante sus suplicas, le eche por encima un batín fino mío, pero no solo no se le pasaba, sino que empezó a tener fiebre alta. Llame a emergencias, viniendo rápidamente una pareja de sanitarios. Decidieron que lo mejor era llevarle al hospital en ambulancia, pidiéndola ellos. Esta vino pronto, aunque cuando vino, mi padre ya parecía estar semi inconsciente. Llegamos al hospital y tras las preguntas de rigor, me toco esperar. Tras esperar más de 1 hora sin noticias, ya pregunte. Salió una doctora que me dijo que estaría en observación, y que ya me llamarían. Al contrario que en otras ocasiones, por el Covid no podía quedarme con él, así que volvió a casa. Cogí sus medicinas (pues en el hospital a veces les falta alguna); hice incluso una lista de cosas a tener en cuenta con él, preocupado de que se viera solo en una cama de hospital, con sus ya habituales problemas de comunicación. Fui al hospital para entregarlo todo, y otra vez volví a casa.


Solo puede esperar, viendo pasar impaciente las horas, hasta que sobre las 13:00 llamaron. Me dijeron que le habían hecho la prueba del Coronavirus, que había dado negativo y lo subirían a planta. Podría estar una persona (siempre la misma, y ambos con mascarillas) con él, así que comí, cogí la mochila prepara para estas ocasiones y fui para allá. Aun me toco esperar unas horas en la sala de espera, pero volvieron a llamarme. Me dijeron donde iba a estar, y que estaba muy delicado, debido a una fuerte infección. Cuando pude verle en la habitación, tenía los ojos abiertos, oxigeno y una mascarilla; pero era como si no estuviera ahí. Aunque le hablaba y acariciaba, no parecía ser consciente. Se paso un medico para concretarme lo mismo: Tenía una infección fortísima, y aunque le iban a poner mucho antibiótico, debía prepararme para lo peor. Pasaban las horas, le ponían cosas, pero no parecía mejorar. Pase la noche a su lado, sentado en el butacón del hospital, dándole la mano, como otras veces. Pero esta vez no era igual. De madrugada le sacaron sangre para análisis. Al no encontrarle bien las venas (algo recurrente), decidieron pincharle en el dorso de la mano. El hombre ni se estremeció. Ahí ya vi que la cosa estaba muy, muy mal. Por la mañana se paso una doctora y me dio las mala noticias: debía tener una infección y el cambio de sonda, ya fuera porque la metió en sangre o porque disparo algo, la potencio muchísimo. Tenía mal los riñones, tocado el hígado y parte del liquido que le metían para que orinara, se iba a los pulmones. Además estaba en coma neurológico, sin enterarse de nada. Sin poder decir cuando, era cuestión de tiempo que falleciera. Dolió mucho oírlo, y aun llorando, pude terminar de hablar con la doctora. Las enfermeras me trajeron una tila, algo que agradecí. Fue desgarrador verle apagarse poco a poco, hora a hora. Llego un punto en que la enfermera tuvo que conectarle hasta 4 veces la máquina de electrocardiogramas, a ver si seguía teniendo latidos. Hasta que sobre las 16:00 no tuvo.

La enfermera llamo a la doctora para confirmar su muerte. Tras ello, se fueron a preparar los papeles. Yo aproveche para despedirme de él, y recoger las cosas de la habitación. Arregle las cosas con la compañía de seguros, volví a casa para asearme y fui al tanatorio. Tuve la fortuna de que varios familiares y amigos me acompañaron en su velatorio. Resulto especialmente reconfortante, el ver a amigos a los que durante los últimos años apenas había podido ver, hacer grandes esfuerzos para venir  aunque fuera un breve rato a darme el pésame. Se le enterró a las 24 horas de fallecer, y podría decirse que ahí termino nuestra historia.

 


 

Ahora empieza la mía en solitario. Algo difícil, pues siempre viví con los dos o uno de mis padres. Abandone la búsqueda de empleo para dedicarme completamente a cuidar a mi padre; tenía un plan de contingencia para después, pero pensaba que fallecería dentro de unos cuantos años más. Ahora tengo que pararme y pensar: desde mi último trabajo pagado, han pasado 2 años dedicados (sobre todo el ultimo), prácticamente en exclusiva a cuidar de mi padre. No me arrepiento de ello, pero ha sido muchas veces duro y estresante, superado en gran parte por ayuda psicológica profesional. Creo que dedicare un par de meses a relajar la cabeza en la medida de lo posible, y tras estudiar todas las variables, decidir qué hacer con mi vida. Y veremos.


2 comentarios:

Ernesto Makimura dijo...

Amanecerá y veremos. Muchas decisiones que tomar, mucho en que pensar. Tomarse un tiempo es lo más adecuado, siempre que se pueda.
Mucho ánimo en esta nueva etapa de tu vida. Amanecerá y veremos.

Neovallense dijo...

Un triste relato, un duro palo, pero como bien dice Ernesto, amanecerá.