Como
buen aficionado al manga y el anime español, he ido en varias ocasiones al Salón
que se realiza en Barcelona (si bien antes de su traslado a la Fira). Esto ha
reportado unas cuantas anécdotas, que voy a contar, a ver si arranco alguna
sonrisa:
Viaje
con nosotros, si quiere flipar
Noche
de miedo:
La primera vez que fui al Salón, viaje junto a unos cuantos amigos que
estábamos en una asociación. Años antes de que existiera el Ave
Madrid-Barcelona, el viaje fue en un nocturno. Los billetes se cogieron de tal
forma, que estábamos repartidos en las cabinas-literas del tren. Sin embargo,
en la nuestra había una litera libre. Después de meternos todos a intentar
descansar algo, llego un hombre de aspecto “sospechoso”. Antes de entrar, dijo
al revisor que se iba a bajar en la parada anterior a la nuestra, y después se
tumbo en la litera libre. Así que con un ojo en el, por si hacia algún
movimiento raro. Al final, ni se movió; nosotros nos bajamos en nuestra parada…
y él seguía en la litera (Uh).
El suelo se hunde bajo nuestros pies: En el 2003, unos días antes de la salida hacia el Salón, el suelo empezó a hundirse en Barcelona, debido a los
famosos socavones, que fueron aumentando
según avanzaban los días. Por ello, regularmente consultábamos la web de RENFE,
para estar al tanto de los posibles cambios en el recorrido. Sin embargo, no se
producían cambios en nuestros trenes (comprados los billetes mis amigos y yo con más de 1 mes de antelación).
Hasta 7 días antes del Salón.
Entonces todo se fue a la mierda.
El tren nocturno en el que debíamos
viajar, simplemente desapareció de la página
web de RENFE. Cuando llamamos, nos dijeron que debido al último agujero, ese tren se había suspendido. En su lugar, nos
ofrecían un autobús para llevarnos hasta Barcelona. Por supuesto, al mismo
precio (y encima los billetes eran de preferente, por lo que salía por el
triple de un billete normal de autobús).
Eso sí, la vuelta era un viaje en autocar desde la estación de
Sants Barcelo hasta Tarragona, para ya desde allí coger un tren hasta Madrid.
El resto de la semana fue tranquilo, solo reseñar un par de llamadas a
información de RENFE, que no ayudaron en
mucho (las que me atendieron, andaban bastante despistadas).
El miércoles salí a las 20:00 del
trabajo, llegue a casa, me cambie, cogí la bolsa con los trastos, y en un taxi
me dirigí a la estación de Chamartin, para llegar con tiempo de sobra por si
había “imprevistos” (el “tren” salía a las 22:00). Una vez allí, pregunte en
información, donde me derivaron hacia Atención al Cliente. Allí me dijeron lo
que ya sabía: Que el tren nocturno hasta Barcelona había sido cancelado,
siendo reemplazado por un autobús. Si lo quería coger, que esperase por allí,
que llamarían para conducir a la gente hasta el autobús. Así pues es lo que
hice; me senté y mientras tomaba mi pequeña cena (un bocadillo y un zumo), a la
vez que intentaba leer un poco de un libro, veía como la gente se agolpaba en
Atención al Cliente (parece que había bastante gente, que desconocía que el
tren se había cancelado hace días). Alrededor de las 21:45, vi como la gente
que había en Atención al Cliente, empezaba a moverse hacia fuera, por lo que
decidí seguirles (¿También se les habría averiado la megafonía?). Fuera
de la estación había 1 autobús de 2 plantas, no precisamente grande, con
destino Tarragona-Barcelona (prodigioso sin duda, el que todo un tren cupiera
en 1 autobús, milagros de la era moderna... o
de la cancelación de billetes). Para variar, los que había por allí de RENFE,
tampoco estaban muy informados. Al preguntarles si el autobús tenia servicio
(muy pequeño me parecía a mi), dijeron que si. Pues va a ser que no (ni TV, ni
hilo de música; el único detalle fue repartir botellas de agua).
En fin, tras
meter todas las bolsas en el bus (para desesperación de algunos cosplayeros),
salimos a poco más de las 22:00 hacia nuestro destino. Señalar que el 90 % del
autobús eran frikis de camino hacia el Salón, incluida mi compañera de asiento,
una chica joven. Sin embargo, aunque en un principio había cierta algarabía y
charlas, estas solo duraron hasta un poco después de las 00:00, cuando apagaron
las luces. Afortunadamente, durante el viaje hicimos un par de paradas en áreas
de descanso. Una alrededor de las 00:30, que apenas duro 20 minutos, por lo que
solo pude ir al servicio, comerme un croissant y dejar un café apenas saboreado
en la mesa,
cuando me avisaron de que el autobús estaba a punto de salir (casi me quedo en tierra, ejem), y otra aproximadamente a las 03:00, esta de una media
hora, donde de nuevo fui al servicio, y comí una chocolatina y unos Bocabits. Finalmente apagaron las luces del autobús, y pude dormir algo, llegando a nuestro destino final en Sants
Estacio, prácticamente a la hora fijada en el billete de tren (unos minutos
antes incluso).
No
se vayan todavía, que aun hay más: En el viaje de vuelta, el planing que nos
dijo Renfe es que saldríamos de Barcelona en autobús, para después de unos
kilómetros, coger un tren. Sin embargo, cuando salíamos de la estación, una
amiga que hacia un trayecto parecido, me envió un mensaje diciéndome que
realizaba todo el trayecto en tren. Escépticos, al llegar a la estación
preguntamos, y para nuestra sorpresa y alegría nos dijeron que todo el trayecto
seria en tren. Cuando subimos, nos fijamos que el tren no era un ave, y pesamos
que tardaríamos más de lo previsto en llegar. Pobres ingenuos. La primera parte
del trayecto fue a velocidad normal, pero a la altura de Zaragoza, pareciera
que le habían metido el turbo, y el tren cogió tal velocidad, que no había
manera de estar de pie en él; incluso parecía que daba saltos. Sin que nos
llegara la camisa al cuerpo, y tras acabar nuestra frugal cena en el vagón
restaurante agarrados a lo que pudimos,
conseguimos volver a nuestros asientos, en un trayecto que se asemejo más a una
escalada que a otra cosa. Al final llegamos a Madrid a la hora prevista, exhalando
ambos un gran suspiro de alivio.
Mareo
de maletas:
En un par de ocasiones he ido al salón en avión. Para ahorrar tiempo, nunca he
facturado equipaje. La última vez, me informe en la web de la compañía de las
medidas de la maleta. La pequeña que tenia parecía que iba un poco justa de
altura, por lo que la corte unas asas de tela que tenia. Algo que se demostró
innecesario, puesto que para medirla, la metieron en un molde de barras de
hierro tumbada sobre el lateral (espacio de sobra). Sin embargo, ese no fue el
verdadero problema. El gran problema fue el asa desplegable, que se atasco
justo cuando había que meterla en el molde. No bajaba del todo, y el empleado
de la compañía la pego una etiqueta, diciéndome que pasara. Cuando iba a entrar
en el avión, otra empleada me dijo que por la etiqueta, había que meter la
maleta en la bodega. Yo me negué, y volví sobre mis pasos. Otra vez delante del
molde, hice un “¡Hulk aplasta!” a lo bestia, que consiguió meter el asa. La pobre no volvió a
funcionar bien del todo.
Ya podía haber viajado en este avión
Hoteles
con “encanto”
Cuatro
plazas más armario:
El 1º año que fui junto con los de la asociación, nos hospedamos en un hotel
que tenia habitaciones dobles de 4 plazas: Una mini entrada, y 2 habitaciones con 2 camas en cada una. Tras
un día agotador de salón, llegamos al hotel, cada uno a su habitación. Mi grupo
(4 chicos) se dividió y nos fuimos a dormir. Durante la noche, me pareció oír
ruidos en la habitación contigua, pero no le di importancia. Al día siguiente,
nos levantamos y como ya oíamos a los de al lado, pasamos a saludarlos. Les dijimos de bajar a desayunar, pero
dijeron que fuéramos bajando, que ellos ya iban a su bola. A posteriori, nos
enteramos que una de las chicas de la asociación, junto con una buena cantidad
de alcohol pasaron toda la noche en
la habitación. Hasta el punto que cuando fuimos a dar los buenos días, la chica
acabo en el armario (¿Por el que dirán?).
Aunque se lo debieron pasar pipa en Barcelona, porque terminaron perdiendo el
tren de vuelta (que “comprensiva” fue
Renfe, ejem).
Durmiendo
en la Estrella de la Muerte: Las últimas veces que fui a Barcelona, me quede en el hotel que había
justo encima de la estación del Ave. Tenían unos precios un poco elevados, pero
la comodidad de salir del Ave y entrar prácticamente en el hotel (y viceversa),
hacia qué tanto a un amigo como a mí, nos mereciera la pena. Sin embargo, la última
vez que fuimos, vimos en la web que no estaban las fotos de siempre; aunque
reservamos. El día D llegamos a Barcelona y subimos al hotel. Nos inscribimos
en la recepción (que estaba como siempre), y subimos en el ascensor. Al salir
del ascensor, nos encontramos con una especie de esfera rara sujeta al techo
por un cable (después comprendimos que era un asiento), y un cambio total. El
pasillo estaba a oscuras, y según ibas andando se encendían luces en el techo (insertar aquí la música de la marcha
imperial). Al entrar en la habitación, vimos que la remodelación había sido
profunda: Una gran tele en una pared, una mesa con un asiento raro en forma de sillón
de mando, sus 2 camitas… y el lavabo bien visible desde la entrada. Lo habían
integrado en la habitación de tal forma, que podías estar afeitándote y viendo
la tele al mismo tiempo. Solo habían dejado sus correspondientes paredes a la
ducha y al inodoro. Vamos, habitaciones para gente con confianza entre ellas.
En
ocasiones veo relojes: En esta misma estancia, al 2º día de estancia en el
hotel, cuando volvimos por la tarde nos encontramos en la habitación un reloj
digital en una de las mesillas. Tras preguntarnos ambos si el reloj había
estado antes ahí, al bajar para cenar preguntamos en recepción (por si se
habían equivocado de habitación al ponerlo). Nos respondieron que lo estaban
poniendo en todas las habitaciones, y que no les había dado tiempo a ponerlo en
la nuestra cuando llegamos. Así que ahí se quedo… desenchufado toda la noche,
para que no nos molestara al dormir.
Te puedes afeitar y ver la tele a la vez ¿mola, eh?
Cómprame
killo, que lo tengo barato
Deja
vu peluchero:
Si algo tenía el Salón de Barcelona, era que te podías encontrar con autenticas
rarezas de merchandising (antes de los tiempos de comprar por internet, claro).
Un año, encontré un stand que vendía peluches super deformed de Lina Inverse.
Como me gusta el personaje, compre uno. Por la noche, tras enviar los típicos mensajitos a los amigos, uno de
ellos me pidió que le comprara otro para el. Así que al día siguiente, volví al
stand. Afortunadamente todavía le quedaban, por lo que compre otro. Al ir a
dármelo, el dependiente se me quedo mirando, y dijo algo así como “¿Esto no le
he hecho ya?”. Sonreí y le explique la historia, quedándose el hombre tranquilo
(y satisfecho, de vender).
La
depreciación del género: Un año que no fui, encargue a un amigo que estuviera ojo
avizor por una serie de cosas. Me llamo desde allí, diciéndome que había visto
un art book de “Saint Seiya: Hades” en un stand. Tras informarme del precio (60
€), le dije que lo comprara. Si bien el articulo me gusto, lo que no me gusto
tanto es que menos de un año después, estuviera en las tiendas de Madrid, a
casi la mitad de precio.
En
busca de la película perdida: Antes de que todo el mundo tuviera barra
libre de internet en casa, en los salones se buscaban anime que no llegaba a
España. En cierta ocasión, tenía el ojo avizor, por si veía un dvd de la
película de Detective Conan “El ultimo mago del siglo”, en la que salía el
personaje de Kaito Kid. En un Stand, vi un Dvd de Detective Conan, en el que
salía en la portada Kid. Sin embargo, era de origen chino, y no entendía nada
de lo que decía. Pregunte a la vendedora si era esa la película (diciéndola el
titulo), y me respondió que si. Pero cuando la vi, descubrí que no era tal,
sino algún tipo de especial o capítulos pegados. Desgraciadamente, en todos los
ámbitos hay gente dispuesta a vender a cualquier precio. Lo de los Dvds chinos,
daría para una entrada aparte.
¿Que sera, sera?
Entremeses
varios
Caminante
no hay camino, se hace camino al atajar: Un año decidimos
un amigo
y yo ir a ver el Castillo de Montjuic.
Llegamos en metro, y el ascenso en vez de por el teleférico, lo hicimos por
unos caminitos. Llegamos sin problemas, y visitamos el castillito. Tras
terminar la visita, decidimos bajar también a pie, tomando un camino que nos
pareció de bajada. Pero la cosa no salió tan bien como a la ida. Dimos vuelta y
vueltas, en principio hacia abajo, pero al final acabamos más perdidos que
Ryoga en uno de sus viajes de entrenamiento. Tuvimos que parar e intentar
orientarnos con un mapa. Lo bueno era que estábamos entre el cementerio y el
anillo olímpico (¿?), por lo que sabíamos dónde estábamos. Lo que malo que no
sabíamos era salir de allí. Tras examinar atentamente el mapa, decidimos andar
hacia la dirección en la que creímos, estaba la parada más cercana de metro. Y
andamos, andamos, andamos (como el conejito de duracell); tuvimos que preguntar
un par de veces, pero tras andar un rato largo (pasando delante de campos de
rugby, fútbol, un castillo ...), llegamos a la tan deseada boca de metro.
Foto
favorecedora en el DNI: Lo que tiene irse de viaje al salón, sobre todo las
primeras veces, es que difícil llevar suficiente dinero en efectivo. Un día, me
encontré con que no tenía efectivo en la cartera, por lo que me dirigí a un
cajero cercano que había en una oficina de mi banco, dentro de un centro
comercial. Sin embargo, el cajero automático estaba averiado. Y había 2
noticias: La buena, que la oficina estaba abierta, por lo que podía entrar a
sacar dinero en ventanilla. La mala, que ese año iba disfrazado; de Dr. BlacJack.
Trague saliva, y pase a la sucursal, donde me dieron el dinero sin problemas (y sin obligarme a desmaquillarme, uh).
Desayuno
con Pokemons:
Los bares que estaban enfrente del Salón tienen un claro incremente de
clientela esos días, y algunos lo aprovechan a conciencia. Nosotros solíamos
salir temprano del hotel, y desayunar algo en ellos; generalmente un
café/chocolate y algo de bollería. Un año, uno de esos bares hizo una especie de
pasteles de Pikachu (parecidos a los típicos negritos, rellenos de nata). Obviamente,
yo me pedí uno de esos; estaban buenos, así que repetí al día siguiente.
Las
trompetas del apocalipsis: Durante los salones suele haber conciertos. Algunos nos
gustan más, otros menos, y de otros huimos por patas. En cierta ocasión, tras
ver algo que nos interesaba, decidimos esperar a ver cómo eran el grupo que
tocaba a continuación. Su música era algo así como rock extra duro; al no ser
de nuestro gusto, salimos del recinto y nos metimos a tomar algo en un bar.
Pese a estar a unos 40 metros del escenario, cada vez que se abría la puerta
del bar, la música se oía cual grito de dioses cabreados.
Estar
en el sitio y momento adecuados: En cierta edición, unos de los autores
invitados era Izumi Matsumoto, conocido sobre todo por ser el mangaka de
Kimagure Orange Road. Entre sus varias participaciones, una de ellas era
presentar el primer capítulo del anime, en el recinto donde se realizaban las
proyecciones. Unos amigos míos fueron a verlo, mientras que yo estaba en el
pabellón principal, buscando que cierto grupo de conocidos, me firmara su disco.
Aunque con retraso, lo conseguí y después, fui a buscar a mis amigos. Justo
cuando llegue, habían “cogido” a Matsumoto e iban a hacerse una foto en grupo
con él. Así pues, me uní al grupo, y conseguí una foto junto al mangaka.
¡Pikachu, te elijo a ti!
Hoy
en día, no tengo la disponibilidad de viajar de antaño; aunque en las últimas
veces que fui, pesaban mas el que hubiera algún invitado (o grupo) famoso que me
interesara, que el ir por ir. Pero aun es, probablemente, la mayor y mejor convención
del manga de España (no nos pongamos tiquismiquis
al respecto, que nos conocemos). Para un amante de esta afición, sería recomendable
ir por lo menos una vez.
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