Hace
unos días José Ignacio Torreblanca, escribió una columna en El País, donde
abogaba que el PSOE debía elegir un secretario general pensando menos en quien
representaba mejor los valores del partido y a ellos mismos, sino en poder
conectar con la gran mayoría de votantes españoles.
El
autor dice claramente algo que otros colegas llevan comentando más veladamente
hace tiempo: que para convertirse en una alternativa de gobierno, el socialismo
europeo debe abandonar sus posturas ideológicas y malearlas, hasta llegar a la
suficiente cantidad de gente que le
permita gobernar.
No
es que los programas de los partidos políticos, se cumplan mucho tras las
elecciones de turno. Y es cierto, que de vez en cuando, los partidos cambian
sus programas y filosofías. Pero el renunciar a sus fundamentos para acercarse
a “votantes de centro izquierda”, es algo complicado y peligroso. Algo que se
ha echado en cara en los últimos años al PP, por parte de sus votantes más
antiguos y de derechas, es que han renunciado a los postulados de un partido de
derechas, para ser algo más difuso y
convertirse en un partido de gestión.
Si
el PSOE intentara hacer lo mismo, se encontraría en una doble pinza: por un
lado UNIDOS PODEMOS, les reprocharía su abandono de la izquierda (haciéndose
probablemente con una gran cantidad de sus votantes); por el otro, daría más
razón a la gente que afirma que el PP y el PSOE es lo mismo: partidos gestores
dependientes de Bruselas. Y teniendo que elegir entre 2 partidos iguales, ya
saben lo que dicen: mejor el original.
El
problema de no tener una ideología clara, es que con el tiempo todos parecen
iguales. Si un militante ve como su partido renuncia a sus principios, dejara
de votarlo tarde o temprano. Para elegir
entre simples gestores, no hay ganas ni emoción; solo apatía, aburrimiento y en
el caso de las elecciones, abstención.
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